Los derechos intelectuales sobre la inmensa y valiosísima obra literaria de Jorge Luis Borges, quedaron vacantes y en un increíble limbo jurídico, luego de que su viuda y celosa albacea de todo su patrimonio , María Kodama, falleció el pasado domingo a los 86 años sin dejar testamento escrito, ni olográfico (de su puño y letra),  sin hijos, ni herederos forzosos, ni parientes conocidos.

Borges, fallecido en Ginebra en 1986 (también a los 86 años), nombró a su compañera de toda la vida y esposa, María Kodama, a quien sarcásticamente caracterizaba como “su Samurai”,  como la heredera y albacea general de su vasta obra literaria que es la tercera mas traducida del habla hispana (detrás  de García Marquez e Isabel Allende y delante de El Quijote de Miguel de Cervantes).

Así lo confirmó el abogado de Maria Kodama, Fernando Soto, quien señaló que se trataría de un caso de herencia vacante y que, una vez transcurridos los plazos de ley, los derechos sobre los bienes y el patrimonio intelectual de su obra traducida a 25 idiomas y la más leída en China, pasaría al dominio público, concretamente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, último domicilio legal de Kodama.

Tras la muerte de la albacea del autor de El Aleph, Historia de la eternidad, El libro de la arena y El informe Broody, entre muchísimos otras obras de poesía, cuento y ensayo, queda pendiente la finalización de un contrato que la ahora fallecida Maria Kodama, firmó con el grupo editorial Penguin Ramdom House y que finalizaría dentro de tres años.

Kodama, la amorosa Samurai 

Borges y Kodama se conocieron de casualidad en 1953, en una de las tantas librerías de ese Buenos Aires ilustrado, literario y convulso de los primeros años 50, cuando ella era una estudiante y él -un escritor ya establecido pero de modesta fama- que comenzaba a perder la vista.

Ella era 38 años más joven que él y era hija de  Yosaburo Kodama, un japonés apegado a las tradiciones y de la argentina María Antonia Schweizer.

 

En aquel primer encuentro a la salida de una librería, ella le contó que quería estudiar literatura (se graduó en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en literatura sajona e islandesa) y Borges la invitó a estudiar juntos inglés antiguo.

Allí comenzaron una relación intelectual y afectiva que incluyó muchos, muchísimos viajes, traducciones, seminarios y conferencias en las que Kodama ofició de amiga, esposa, representante, asistente y guía visual para el escritor argentino mas universal de la historia.

Se casaron recién en 1986, unos meses antes del fallecimiento de Borges,  la boda se celebró en Islandia y, según ella contó en una entrevista, los casó -en su propia casa- un sacerdote pagano que conocieron durante una caminata por el campo (ambos eran agnósticos), “que hizo una especie de ritual: ‘¡En el nombre de Odín y de Thor, los declaro marido y mujer!”.

Tras la muerte del escritor Kodama fue la custodia legal de su obra, una tarea que ejerció con estricto celo y que defendió en juicios y pleitos de toda clase, ganándose con creces el apodo de Samurai de las letras borgianas.

Sobrinos desconocidos

Aunque la viuda de Borges, vivió de manera discreta y solitaria, alternado su domicilio entre Buenos Aires, París y Ginebra, sin mantener vínculos familiares conocidos y siempre se declaró públicamente como alguien que estaba “sola en el mundo”, tras conocerse su fallecimiento un grupo de cinco personas alegan ahora ser sus sobrinos (hijos de su hermano Jorge Kodama) y reclaman la herencia de María y por ende la de Jorge Luis Borges.

Los supuestos herederos presentaron un escrito judicial solicitando al juez “determinar el contenido del acervo sucesorio (…) a los fines de salvaguardar los bienes de la herencia”,  así como también exigen al juez  efectuar un “inventario provisional y secuestro de bienes muebles” como, por ejemplo, “importantes obras literarias, premios y condecoraciones (…) manuscritos, fotografías, material periodístico, títulos de propiedad (…) todo de gran valor literario e histórico que debe salvaguardarse”.

Se inicia así una disputa legal por la herencia entre los sobrinos y la ciudad que inspiró a Borges aquellos versos proféticos sobre la ciudad de la furia:

Aquí mi sombra en la no menos vana sombra final

se perderá, ligera.

No nos une el amor sino el espanto;

será por eso que la quiero tanto.

Jorge Luis Borges